Planeá tus logros el día anterior: antes de terminar la jornada planeá las tareas claves que debés realizar al siguiente día, así no necesitás gastar tiempo decidiendo por dónde arrancar, sino que podrás comenzar orientado al logro de las metas claves.
Duerme las horas necesarias: tu cerebro necesita mínimo 7 horas para recuperar la energía y funcionar de la manera correcta, así que podés aprovechar no tener que desplazarte para mejorar este hábito definiendo una hora para acostarte y otra para levantarte.
Meditá, respirá, orá: realizar alguna actividad que haga que tu mente entre en calma y se centre, con 10 minutos de respiración atenta estarás listo para enfocarte en tus tareas.
Activá tu cuerpo: ya sea que hagas ejercicios de cardio, estiramiento o yoga. La actividad física corta, de no más de 15 minutos, puede elevar tu productividad al hacer que se modifiquen los neurotransmisores y mejore la microcirculación cerebral.
Desayuná bien: un auto sin combustible no anda, igual pasa con el cerebro, no podés esperar un alto rendimiento cuando no tenés energía para hacerlo. Recordá que pensar consume más del 50% de la energía del organismo, un café con pan no es la mejor alternativa para asumir grandes retos, mejor prepará un desayuno balanceado que te brinde energía para trabajar las próximas 3 horas, con esto evitás levantarte a picar cualquier cosa, perdiendo el enfoque en la tarea.
Controlá tu desempeño: Una vez que inicies la jornada no te dejes guiar por la impulsividad de la urgencia, sino por la claridad del impacto de tus acciones en el logro de las metas, para esto usá herramientas tecnológicas que te permitan gestionar el avance en las tareas.
Trabajá por ciclos: tu cerebro puede estar enfocado en una tarea máximo 90 minutos (con entrenamiento) por lo tanto no permanezcas sentado ante la computadora si no sentís que estás siendo productivo, mejor definí ciclos de 30 minutos en los cuales puedas activar el trabajo profundo, avanzar en las tareas y obtener logros con cada ciclo. Después de este tiempo pará, hidratate, hacé una pausa breve y volvé a iniciar un nuevo ciclo.
Tené un horario laboral establecido: Definí la hora en la que debés comenzar a trabajar y preparate, tomá una ducha, vestite para trabajar (no te quedes en pijamas, si trabajás de esta manera tendrás baja productividad, porque tu mente estará en modo relax), hacé pausas para comer y terminá conscientemente la jornada, nada de seguir trabajando hasta tarde sin ser necesario.
Tomá una siesta o hacé una pausa: aprovecha el tiempo a medio día para descansar, mirá un programa divertido, hablá con las personas o hacé una breve siesta de 10 minutos, esto te recargará para la segunda jornada.
Por Blanca Mery Sanchez (Máster en neurociencia aplicada, escritora del libro Cerebro Productivo)